Rss Feed
  1. La carretera - Cormac McCarthy

    miércoles, 31 de marzo de 2010


    Cormac McCarthy publicó La carretera (The road, 2006) con 73 años. En aquel tiempo su hijo menor, John Francis McCarthy, tenía 8 años y cuenta McCarthy a Oprah Winfrey, en la primera entrevista televisada concedida por el autor (junio de 2007), que ser padre en edad avanzada le inspiró esta obra.


    En la entrevista explica que la idea le surgió en un viaje que hizo con su hijo pequeño a El Paso. Una medianoche, con su hijo durmiendo a su lado, observó el paisaje y pensó en cómo sería al cabo de 50 ó 100 años. Anotó algunas ideas, y algún tiempo después, surgió la novela.

    A sabiendas de que su hijo le inspiró, el final no sorprende. El personaje del "el padre" tiene una edad indefinida -solo sabemos que supera los 40 años-, pero está enfermo: tiene ataques de tos con sanguinolentos resultados a lo largo de toda la obra. McCarthy tendría a su hijo John Francis a la edad de 65 años. La vida se agota, el mundo es como es, y los hijos continuarán viviendo en un futuro que sus padres no verán dada la edad y la enfermedad y, como es natural, los pequeños crecerán e irán adaptándose a los cambios y al mundo que sus antepasados les han legado. Esos niños se encontrarán con malos a secas, con malos malísimos, con gente-bazofia y con gente buena... En fin: es posible que hasta existan más buenos que malos, pero ¡es que los malos hacen tanto ruido! Y ciertamente éstos parecen hasta más fuertes, pero los buenos son más resistentes. No obstante, el rosicler del último amanecer no le evita al avisado lector la sensación del fracaso al que ha llegado el hombre.


    Con la lectura de esta novela es inevitable no pensar en la Humanidad asumiendo las consecuencias de su trato con el planeta... Y es aterrador plantearse una existencia así. Por eso, lo que más toca la fibra sensible es la apabullante esperanza que se trasmiten ambos personajes, padre e hijo. Su capacidad de lucha y de superación. O la asombrosa dimensión humana de ese chico.

    Sin duda, el de McCarthy es uno de los legados más lúcidos y emocionantes que un padre puede brindarle a un hijo desde la distancia de los años.


    Imágenes del film The road, dirigida en 2009 por John Hillcoat y protagonizada por Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee.

  2. El autobús perdido - John Steinbeck

    martes, 30 de marzo de 2010

    The wayward bus (1947)John Steinbeck

    Traducción de Federico y Antón Corriente Basús
    Ed. Punto de Lectura, Madrid, 2007


    "Vas a tener que creer lo que voy a decirte hasta que lo aprendas por tu cuenta... Todo el mundo es una golfa o un vagabundo, y anda perdido alguna vez en la vida. Todos. Y los peores de todos son los que no lo reconocen y lo llaman de otra manera".

    Camille Oaks (Capítulo 20)


    Esta novela es una joya.
    Una joya en bruto y con aristas que arañan la piel, especialmente en lo que respecta a personajes como Van Brunt...


    Es una obra un poco pesimista. Trasmite un sensación aplastante sobre la falta de voluntad de las personas para cambiar, ya sea por comodidad, por cinismo, por desengaño o por desilusión ante las circunstancias de la vida. Cada uno de los 10 personajes que pasean palmito por entre estas páginas están solos, deben cambiar, lo saben, pero no hacen nada al respecto, sino que gastan sus esfuerzos en mostrar un buen plumaje o en forzar a los demás a aceptarles tan y como son.
    Juan Chicoy lo intenta, intenta cambiar de vida. Entrega su voluntad a Nuestra Señora de Guadalupe soñando con la libertad en su México natal, pero sucumbe a la pereza. Su mujer, Alice, ni se lo plantea: ella prefiere evadirse ahogándose en whisky con cerveza. Por su parte, la rubia Camille Oaks tampoco cambiará -si acaso, de nombre-, no hasta que su belleza y su cuerpo aguanten. Continuará tirando de esa clase de vida hasta no poder dar un paso más. El Sr. Pritchard le ofrece un puesto de recepcionista (cap. 17), pero Camille o bien no se fia o no quiere fiarse, y rehúsa. ¿Y el Sr. Pritchard? ¿Después de su ayuda a Van Brunt o de padecer las salidas de tono de su mujer Bernice, cambiará? Posiblemente no, porque eso supondría cambiar de vida de forma radical y él tiene miedo. Demasiado. La Sra. Pritchard tampoco evolucionará tras la experiencia vivida con el resto de sus compañeros de viaje, ni aún tras habérsele quedado grabada la conversación sobre Loraine que mantienen Camille y Norma. Norma tiene el arrebato y el coraje de dejar su trabajo como camarera en Rebel Corners, pero encontrará otro similar en San Juan de la Cruz o en Los Ángeles. Ernest Horton ni se plantea el cambio, ¡demasiado tiene con sobrevivir! Y máxime yéndole como le va. Y encima, si tuviera que volver a la guerra, volvería. ¿Tal vez Kit Carson, alias Pimples, hará algo diferente con su vida después de todo? No. Empezará su curso sobre radar y eso no le reportará gran cosa: seguirá trabajando como mecánico en Rebel Corners, junto con Alice y Juan. Y cada día verá cómo el Swetheart saldrá a las 10:30 a. m. y regresará por la tarde a eso de las 4:00 p.m. Y así, día a día...

    Fue desde el capitulo 19, dedicado a Van Brunt, cuando me di cuenta de que algo pasaba con estos personajes. Van Brunt es quizás el único del que sabemos con certeza que ha sufrido un cambio. Ya no le tendrá miedo a nada, porque lo que más temía le acaba de suceder. En definiva, Steinbeck da a entender que, pese a que un individuo no pretenda cambiar -sea cuales sean sus motivos-, hay que aceptarlo tal y como es, pues probablemente ese individuo esté haciendo lo propio con nosotros mismos. Además, ¿quien es nadie para juzgar a nadie? Es la esencia de la dignidad humana. El respeto y la aceptación del prójimo.

    San Juan de la Cruz aparece en lontananza, al final de la carretera... Como dice Camille, todos nos sentimos perdidos en algún momento de nuestra vida, pero ¿estamos preparamos para el cambio, o para la aceptación de nosotros mismos? San Juan de la Cruz aparece al final de la carretera... Y quién sabe si allí le espera un cambio sustancial a alguno de ellos.


    "Mi viejo tenía fe en dos cosas. Una era que la honradez se veía recompensada de una forma o de otra. Pensaba que si un hombre era honrado, de alguna manera saldría adelante; la otra, que si trabajaba duro y ahorraba, podría reunir un dinerillo y sentirse seguro. (...) Se dió cuenta de que los personajes más admirados no eran honrados en absoluto. Y murió preguntándose, haciéndose cruces, algo espantoso, por qué las dos cosas en las que había creído no servían: la honradez y el ahorro."
    Ernest Horton (Capítulo 17)


  3. Billy Budd, marinero - Herman Melville

    lunes, 29 de marzo de 2010

    Billy Budd, sailor (1891, publicado en 1924)
    Herman Melville


    Traducción de José Rafael Hernández Arias
    Editorial Valdemar, Madrid, 2008.
    Págs. 159 - 282


    Por sorprendente que pueda parecer, he "recalado" en Herman Melville a través de Elizabeth Gaskell. Estaba hace algunas semanas leyendo Los amores de Sylvia (Sylvias´s lovers, 1863) y me picó la curiosidad por la caza de la ballena... Así que, ni corta ni perezosa, de Monkshaven (ambientación ficticia de Whitby, Inglaterra) viajé sin transición hasta Nantucket (EE.UU.) para embarcarme en el Pequod e ir en busca de Moby Dick. Tanta fue la necesidad que no llegué ni a acabar la novela de Gaskell, y como Moby Dick me entusiasmó, seguí leyendo a Melville. Escogí Billy Budd al azar, ¡y cual no sería mi sorpresa cuando de nuevo me remitió a la novela de Gaskell! Y es que Billy Budd y Los amores de Sylvia se sitúan cronológicamente a finales del siglo XVIII en Inglaterra (Melville ambienta su historia en el verano de 1797; Gaskell amplia el periodo a varios años, pero la acción da comienzo en 1796), y ambos tocan el tema de las levas inglesas que se llevaron a cabo para guerra naval contra Francia. A Sylvia Robson le cambian la vida y Billy Budd es reclutado mediante una leva para alistarse en el "Bellipotent". Es decir: a ambos protagonistas las levas inglesas de finales del XVIII les afecta de forma directa.
    Así que ya véis: por el tema de la caza de la balleza que aparece en Los amores de Sylvia leí Moby Dick, que me entusiasmó tanto que continué leyendo a Melville con Billy Budd, que a su vez volvió a remitirme a Los amores de Sylvia debido al tema de las levas inglesas de finales del XVIII por orden del
    rey Jorge III (1760-1820). ¡Así es la literatura!


    Billy Budd no es un relato aburrido. ¡No hagáis caso de quienes lo proclaman sin haberlo leído hasta el final y tratad de descubrirlo por vosotros mismos! Me he encontrado con muchos lectores que han condenado esta obra de "pesada", pero eso solo se debe a los primeros capitulos, aquellos en los que Melville hace una disertación sobre las causas históricas que provocan el reclutamiento de Billy por las levas (capítulos III y V, inclusives). Pasado ese Rubicón, se nos presenta el carácter moral de los tres personajes principales: Billy Budd o Baby Budd (descrito en caps. II, IX y a lo largo de la narración), el capitán Honorable Edward Fairfax Vere (descrito en caps. VI y VII), alias "Vere el Estelar" y John Claggart, alias Jemmy el Piernas, suboficial y maestro de armas (caps. VIII, XI y XII).

    Es una de las historias más simples que se pueda imaginar y, sin embargo, t
    iene una complejidad asombrosa a causa de los rasgos morales, políticos y teológicos que plantea. Los tres personajes citados corresponden a una tipología humana de carácter simbólico. Además, las referencias a personajes y situaciones bíblicas es omnipresente, pero no es lastrosa, sino que sirve para darle mayor carga moral a los personajes y sus reacciones.

    Claggart es quien parece más interesante por su manía insana hacia Billy. De forma inevitable cae mal: es irracional y se deja arrastrar por una envidia depravada, absurda. Está enfermo, de la misma manera que lo está el capitán Ahab con respecto a Moby Dick. Y ambos personajes no dejan de ser fascinantes (Claggart, que conste, no tiene tanta categoría como Ahab). La conciencia de Claggart es de las que hace "ogros de enanos"; esa clase de tipos que permiten que el Destino se desate por un plato de sopa derramada. Físicamente es tan hermoso como Billy. Es más inteligente, más culto y tiene más mundología que Billy... ¿por qué odia entonces al joven marinero? ¿Por su inocencia? ¿Es Claggart un ángel caído que envidia a un serafín por su estado de gracia e inocencia, porque nunca ha sido mordido por la serpiente de la malicia? Sí. Claggart quiere ser como Billy Budd, pero su propia naturaleza se lo impide. ¡Fatalista y estúpido Claggart, que prefieres acabar con el enemigo y seguir siendo un miserable a tratar de mejorarte a tí mismo tomando ejemplo de lo que es digno de admiración!

    Con todo, y no obstante la indudable atracción que provoca la irracionalidad de Claggart, creo que la esencia de la obra se halla en las actitudes de Billy y el capitán Vere, tras la accidentada muerte de Claggart.
    Las actitudes del marinero y el capitán son ambigüas, todo resulta ser demasiado relativo cuando se pretende juzgar a ambos personajes, no siendo éste el caso de Claggart. ¿Acaso Billy Budd es demasiado estúpido dentro de su inocencia e ignorancia? Sí. Es un simple, un alma cándida, sin mácula. Si hubiera sopesado las consecuencias que acarrearía su golpe mortal puede que se lo hubiera pensado dos veces: pero carecía hasta de la malicia de la previsión. Y además, "¿qué podían saber Billy sobre los seres humanos, si su contacto estaba limitado a simples marineros?" (atención a la descripción que realiza Melville en el cap. XVI sobre los mismos, no tiene desperdicio). ¿O acaso es que el capitán Vere es demasiado egoísta, un impulsivo capaz de sacrificar a un inocente por miedo a la rebelión? En parte, este miedo tiene justificación: la historia se desarrolla durante el verano de 1797, y teniendo en cuenta que los motines de Spithead y del Nore fueron en abril y mayo respectivamente... Otros aspectos le salvan del odio absoluto por parte del lector: su conciencia del asunto ("Golpeado mortalmente por un ángel de Dios! ¡Ahora el ángel tendrá que ser colgado!") y las últimas palabras de Billy.

    De todas formas, el narrador nos da la clave en el primer párrafo del capitulo VI: "A bordo del setenta y cuatro cañones (...) muy poco en el comportamiento de los hombres y en la actitud de los oficiales podría sugerir a un observador ordinario que el Gran Motín había sido un acontecimiento reciente". Es decir, que el miedo estaba instalado de antemano en la mente de Vere, inducido por Claggart: no existía una amenaza real.

    De todo ello queda clarísimo, eso sí, que sobre la Tierra el Mal triunfa sobre el Bien. Para Melville el Hombre está marcado por el hereditario pecado original y lo viene arrastrando desde que Adán mordió la dichosa manzana del Árbol de la Ciencia. Una marca que le determina y que distorsiona su existencia, sin remisión.
    Y eso ya lo demostró con creces en Moby Dick.
    Pese a ello, jamás rigen las leyes divinas sobre las humanas. Y si lo hacen, tarde o temprano las humanas prevalecerán. ¿Qué importa que Billy Budd sean un ángel? ¡Hay que colgarlo! Melville a este respecto es bastante astuto y, en el capítulo XXVI, nos deja con la duda de si la muerte real de Billy fue causa de la soga o de una especie de fuerza de voluntad o eutanasia: ¿quién le administra esa eutanasia a Billy? ¿La fuerza de voluntad pudo ser insuflada por la divinidad? La duda queda ahí.

    Hay un personaje que me resultó muy atrayente. Es el viejo veterano danés que había formado parte de la tripulación del Agamemnon, a las ordenes de Nelson. Un hombre "parco en palabras, lleno de arrugas y con unas cicatrices honrosas" en su cara de brujo, que le da consejo a Billy a más de ponerle el sobrenombre de Baby, y que es conocido en el Bellipotent por el apodo de "Al-abordaje-entre-el-humo" ("Board-her-in-the-smoke", capítulo IX).

    Finalmente solo señalar que se me queda una espina clavada: la balada que le da punto y final al relato quiebra de mala manera el clímax. No deja de ser útil, pues demuestra que los marineros ni juzgaron a Billy -¡ni tan siquiera se enteraron de los acontecimientos!- ni le despreciaron por su muerte. ¡Ay, pero si hubieran sabido la verdad! Acaso se hubieran amotinado para cargarse ellos mismos al Piernas, en plan Fuenteovejuna..., si bien es cierto que de seguir con vida Claggart, Billy no habría sido condenado.

    El cordero sacrificado al Mal.
    La Ley del Talión.
    Justos por pecadores...


  4. Moby Dick - Herman Melville

    miércoles, 24 de marzo de 2010

    Moby Dick, or the whale (1851)
    Herman Melville



    Traducción de Enrique Pezzoni
    Debolsillo, 2003
    ISBN: 9788497594875


    Moby Dick
    es el terror hacia lo Indefinido. El animal en sí, el Physeter macrocephalus (cachalote; en inglés sperm whale, un apócope de spermaceti whale) no es ninguna broma: posee el cerebro más grande del reino animal y es el animal dentado más grande que existe en la actualidad... Ahí es nada. Ismael nos lo recuerda a menudo, con sus abundantes referencias a la malignidad e inteligencia táctica de Moby Dick. Si a ésto se le añade la posibilidad de que un macho adulto puede llegar a medir más de 20 metros de longitud, la cosa se pone más interesante. Es más, en el Museo de Ballenas de Nantucket se conserva una mandíbula de
    5, 5 metros, y afirman que el propietario de tal osamenta llegó a medir 24 metros de largo... Y se estima que el cachalote que hundió el ballenero Essex, uno de los incidentes que inspiraron a Melville para Moby Dick, medía más de 26 metros.

    El tema central es el conflicto entre el capitán Ahab y la gigantesca Ballena Blanca, Moby Dick, que le mutiló una pierna al capitán a la altura de la rodilla. Ciego de venganza, Ahab se lanza en una incansable búsqueda por los mares del mundo, a bordo del Pequod, arrastrando al resto de su tripulación hacia la consecución de su monomanía: cazar a su enemigo. La obra trasciende el relato de aventuras para convertirse en una alegoría sobre el Mal Indefinido e Inefable, personificado en Moby Dick, monstruo que ataca y destruye todo lo que se interpone en su camino, y personificado también en el propio Ahab, en tanto que él es la maldad absurda y obstinada de la venganza que arrastra todo a su paso, obligando a los demás no solo a acometer una empresa que no les corresponde, sino también a morir por una causa que no les incumbe:


    "Era un solo hombre, y no treinta, pues de la misma manera que el buque que los llevaba a todos, aún formado por las cosas más opuestas y diversas (roble, arce y pino; hierro, pez y estopa), quedaban todas unidas para constituir un casco completo, dirigido por la larga quilla central, así ocurría con las individualidades de la tripulación".

    Sin embargo, ¿quién representa el Bien y quién el Mal?

    Melville elude magistralmente los maniqueísmos, juzga el Bien y e
    l Mal con una sorprendente ambigüedad y explora diversos niveles de comprensión que hacen esta obra profunda y eterna: no en vano ésta es su obra maestra... Es triste pensar que murió sin ser consciente de la joya literaria que había dado al mundo, ¡y tenía poco más de 30 años cuando la escribió! Pero Moby Dick pasó desapercibida. Incluso quienes la leyeron, le tomaron por loco. En parte no es de extrañar, dado el carácter de sus personajes. Éstos apenas tienen la posibilidad de vivir en la sociedad, y no es ya que no la tengan, sino que ni la buscan: Bulkington, Quequeeg, Ahab, el propio Ismael, que cada cierto tiempo siente la necesidad de embarcarse... En Moby Dick, todos viven en una situación límite. Apenas pisan tierra firme. Es más, al capitán Ahab solo se le ve a bordo del Pequod. Habitan en un barco, un espacio reducido donde prima la dictadura de Ahab (hasta existen escalafones sociales que muy bien se reflejan a la hora de comer), sin posibilidad de escape como no sea mediante la muerte. Son 3 años sin recalar a puerto, llevan todo lo preciso en el barco. Existen por doquier fracasos, desilusiones, locura, miembros amputados, silencios, instintos asesinos (Starbuck, el más arraigado a la tierra, el único que se enfrenta a Ahab, con el mosquete apuntando hacia la puerta cerrada del camarote del capitán y calculando dónde estaría su cabeza, Dios mío). El rebelde pronto comprende que es absurda su postura, y que es preciso acatar la ley impuesta por Ahab, ya que ésto es vital para su supervivencia.








    "Hay un Dios, que es el Señor de la Tierra, y hay un capitán, que es el Señor del Pequod..."


    "Solo le pido que Ahab tenga cuidado con Ahab. Tenga cuidado consigo mismo, viejo amigo".



    Pero también hay amistad y lealtad en medio de la desolación existencial que como una bruma rodea al Pequod: no ya solo la amistad que une a Ismael y a Quequeeg, sino también la que relaciona a Ahab y a Starbuck. Y hay tenacidad, y capacidad de superación por alcanzar un objetivo, ya sea éste propio o ajeno.

    Sin duda, esta es una novela que hay que leer, en algún momento de la vida...



    ¡Sí..., por allá resopla! ¡Lanzad, lanzad inmisericordes vuestros arpones templados con sangre humana a la Ballena Blanca, incautos ensoberbecidos!...
    ¡Ella no se dejará domeñar jamás, pues no ha nacido para ser domesticada!




  5. Reflejos de luna - Edith Wharton

    martes, 23 de marzo de 2010

    The glimpses of the moon (1922)
    Edith Wharton



    Ediciones B, Barcelona, 1996.
    Traducción de Monserrat Serra
    ISBN: 9788440646934

    También titulado La soñada aventura.
    Editorial Juventud (Colección Universal), Barcelona, 1994.

    Traducción de Ernesto de los Reyes
    ISBN: 8426128025


    Edith Wharton publicó esta novela en agosto de 1922, casi un año después de haber recibido el Premio Pulitzer por La edad de la inocencia. Como en gran parte de su obra, el tema de esta novela se centra en el matrimonio y en la presión que la sociedad ejerce sobre el mismo, acabando casi siempre con las posibilidades de felicidad entre las parejas que no abogan por el adulterio o el engaño.

    La novela, en referencia al título, se inicia con un reflejo de luna sobre
    un lago donde Susy Branch y Nick Lansing pasan su luna de miel. Son dos jóvenes pobres que vivían holgadamente de la caridad de sus amigos ricos a cambio de compañía y favores. Dadas las circunstancias de sus vidas -Nick vive de escuetas rentas por sus escritos y Susy es dama de compañía-, así como sus fuertes inclinaciones hacia el lujo, enamorarse y casarse no era lo más sensato, pero es lo que hacen, inspirados por Nat y Grace Fulmers, cuyo "matrimonio era una terrible lección contradictoria para la gente joven que se casa, perdiendo la cabeza", y que, no obstante las penalidades, en su hogar "flotaba un ambiente de felicidad que en vano se habría buscado en casa de la más opulenta y mejor avenida de las familias a quienes Susy y Nick ayudaban habitalmente a bostezar"... Sin embargo, Susy y Nick plantean el matrimonio como una aventura, un negocio, una asociación por intereses comunes: pretenden sacarle partido al matrimonio viviendo durante un año una luna de miel a costa de sus amigos, quienes les ofrecen casas y dinero. Al cabo de un año, y si la cosa se pone más interesante economicamente para alguno de los dos, convienen en divorciarse y seguir cada cual por su camino, pues las leyes de Estados Unidos facilitaban el divorcio y "la sociedad se empezaba a mostrar tan comprensiva como las leyes". Es decir: si uno de los dos obtiene una oportunidad de casarse con alguien rico, el matrimonio será deshecho. Sin contemplaciones. Sin contar con el amor.

    Los primeros meses son maravillosos, sí, pero,
    ¿qué puede esperarse de una pareja que, sin apenas ingresos, vive a expensas de los demás, como "pordioseros distinguidos" (Nick, cap. XII), bajo la humillación de ser marionetas del poderoso ricachón que no sabe ni lo que quiere? ¿Qué, cuando los conceptos de moralidad son tan diferentes? "¿Es que hemos nacido parásitos?", se pregunta Nick (cap. X). El amor en sí mismo no admite la frialdad de los negocios.
    No será esa circunstancia lo que les separe desde un principio,
    sino la falta de comunicación y la incomprensión. Pese a que han vivido de forma similar, sus concepciones morales son muy diferentes. Se separan y tratan de regresar a los hábitos de sus antiguas vidas, pero lo cierto es que su experiencia en común les ha hecho mella.

    Es Charlie Strefford quien resume el estado de ilusión que no pude llegar a buen término en una sociedad de posguerra como la de principios del XX:


    "(...) ¿Es que creíais que tú y todos los que dicen las cosas como vosotros os vais a escapar de lo que es ley común y pensábais sobrevivir como unos románticos enamorados, mientras que en torno vuestro todo lo que quiere ser eterno se deshace en pedazos, y los estados de vuestro país que autorizan el divorcio hinchan sus bolsas con los impuestos que por ello cobran?" (Cap. XIV)

  6. Las alas de Jane Eyre

    sábado, 20 de marzo de 2010


    "Hay un pájaro. Es un pájaro corriente, de color gris. Acostumbra a no moverse con rapidez, a no llamar la atención, por miedo... Le gustaría estar en una jaula. Pero lentamente, día a día, sus alas se fortalecen, y si lo miras con atención, verás plumas escarlatas, brillantes, bajo sus alas grises...; hasta que un día adquiere tal confianza, que extiende sus alas rojas ¡y vuela hacia el cielo! Y los que por suerte lo ven volando creen que han visto un pájaro de fuego."


    ¡Qué síntesis tan extraordinaria de este personaje!

  7. La perla - John Steinbeck

    jueves, 11 de marzo de 2010

    The Pearl (1948)
    John Steinbeck

    Traducción de Horacio Vázquez Rial
    Editorial: Edhasa

    "... triste como pocos, pero absolutamente delicioso", me escribió como final de dedicatoria Gabriel al regalarme esta novela. Es él quien me está descubriendo a Steinbeck y la pena que tengo es que la palabra "gracias" se queda sin significado ante la satisfacción que siento ante esa revelación. Ninguna obra de John Steinbeck da lugar a la indiferencia, es pura vida, latente e infinita. Vaya, que toca la fibra sensible, como se suele decir: machaca y hunde, pero al emerger de entre sus historias uno siente el ánimo vigorizado y dispuesto a la batalla cotidiana...


    Durante su lectura hubo muchos aspectos que me llamaron la atención: el poder de la palabra, la imagen de la mujer en la obra de Steinbeck, la marcada diferencia social determinada por el racismo, la avaricia y la violencia... Sin embargo hubo un detalle que me pareció muy especial, y es la relación que se establece entre el Hombre y la Naturaleza.

    En los dos primeros capítulos, antes del hallazgo de la perla, es absoluta la comunión entre Kino y la Naturaleza. Lo primero que hace éste personaje, en el primer amanecer que se nos relata, es salir al exterior de su cabaña para hacer su particular y cotidiano saludo al amanecer y a cuanto le rodea: sitúa y establece vínculos con su mundo. Existe una presencia constante de animales -los gallos, los cerdos, una cabra, hasta una polilla en busca de luz y calor-, y una especial simbología relacional entre ellos y Kino, en especial con las hormigas y cierto tímido perro negro y famélico al que Kino habla con palabras cariñosas. Este perro volverá a aparecer más adelante, en la noche de ese mismo día. Pero Kino ya no será el mismo hombre que fue por la mañana, un hombre que percibía cuando de bueno le rodeaba y escuchaba embriagado la Canción de la Familia..., pues el hombre ha sido transformado por el hallazgo de la Perla del Mundo, y por todo lo que ésta, en la vida humana, conlleva. Así que por dos veces el perrillo se acercará a Kino en busca de caricias o de alimento, pero ya Kino ni tan siquiera se percatará de su presencia, porque en su mente solo existirá la perla y lo que ésta le acarreará en el futuro. El animal comprende que algo ha cambiado en Kino y ya no vuelve a insistir.

    Con las hormigas sucede algo similar, pues Kino se fija en ellas dos veces a lo largo de la narración: durante la primera mañana (capítulo 1) y durante su huida del pueblo de La Paz (capítulo 6):

    - Aquel primer amanecer, aún sin la perla, Kino observa cómo "las hormigas se afanaban en el suelo, unas grandes y negras, con cuerpos brillantes" -similares a los poderosos del pueblo: el médico, los compradores de perlas, etc.- "y otras pequeñas, polvientas y rápidas" -como su gente, pescadores de perlas que viven en las cabañas del extraradio-. "Kino observó con la objetividad de Dios cómo una hormiga polvorienta trataba frenéticamente de escapar de la trampa de arena que una hormiga león había preparado para ella". (Capítulo 1). Acaso fuera una premonición, un aviso de la Naturaleza, pues también Kino se sentirá atrapado y tratará "frenéticamente" de escapar de una "trampa de arena" en forma de perla (el origen de las perlas son granos de arena).

    - En el capítulo 6, durante su huida, el héroe vuelve a fijarse en las hormigas, pero en esta ocasión su actitud hacia ellas ha cambiado sensiblemente, como con el perro. Ahora ya no "observará con la objetividad de Dios" a los laboriosos insectos, sino que pondrá un pie para bloquearles el camino e interrumpir su trabajo: "Entonces la columna (de hormigas) pasó por encima de su empeine y continuó el curso de su avance, y Kino dejó el pie allí y las miró andar sobre él".

    Las hormigas le dan una lección a Kino, una lección que permanecerá en su ánimo aunque nada nos lo de a entender. No en vano Steinbeck empleó esas metáforas, y más tratándose de una novela corta, donde cada gesto, cada palabra tienen su razón de ser: son ejemplos de comportamiento que la naturaleza le brinda a Kino. Ésta permanece inalterable en su evolución cíclica. No se ve afectada ni por la ambición ni por la avaricia. Los accidentes -un pie que intercede el camino- son superados por el instinto de conservación. Ese instinto lo tiene más desarrollado la mujer en el mundo steinbeckiano, sobretodo las mujeres que ya son madres. Es el caso de Juana. Por eso le llama la atención a Kino sobre el mal que les está provocando la posesión de la perla: al final de los capítulos 3 y 4, en estructura simétrica, Juana trata de convencer a Kino de que esa perla les arrastra a la perdición, y aboga por destrozarla o devolverla al mar.


    Sin embargo Kino reniega. Piensa en un futuro mejor para Coyotito y en la evolución de su raza a través de su hijo. Lo que no sabe, o no acepta, es que esa evolución viene dada por la lucha generacional, por el día a día haciendo camino, por la causalidad, por la necesidad y sí, también por la casualidad, pero no por un único y accidental golpe de suerte -al que hay que estar preparado-.


    "Las perlas eran accidentes, y hallar una era una suerte, una palmada en el hombro dada por Dios, o por los dioses, o por todos ellos". (Capítulo 2)


    Por otra parte, la Naturaleza es tan constante en su equilibrio entre lo cruel y lo magnánimo que jamás "abandona" a Kino. Es lógico, pues el hombre forma parte de la misma, pero no todos los personajes saben verlo, ciegos por el sentimiento de superioridad:


    "Porque se les da algo y quieren alfo más. Y esto se dice con desprecio, cuando es una de las mejores cualidades de la especie, una cualidad que la ha hecho superior a los animales, que están satisfechos con lo que tienen". (Capítulo 3)

    Y no obstante esa ambición mal enfocada puede conducir a la ruina, a un pozo negro del que ni luchando se puede salir indemne. El hombre no está solo, ha de interactuar en conjunto y nada depende únicamente del héroe. A Kino le dice su Juan Tomás, su hermano:

    "Tú has desafinado, no a los compradores de perlas, sino a la estructura entera, al modo de vida entero, y temo por tí." (Capítulo 4).

    Luchar contra el sistema establecido o someterse a él.
    Kino solo es un hombre. Una mezcla de loco y de dios. Un hombre que soñó con casarse por la Iglesia, tener ropa nueva, un arpón, acaso una Winchester y que su único hijo supiera "lo que dicen los libros", para que nadie pudiera abusar de él como abusaban de su gente.
    Como lo habían hecho desde hacía cuatrocientos años de historia.
    Luchar o someterse.

  8. Tristana - Benito Pérez Galdós

    miércoles, 10 de marzo de 2010

    Alianza Editorial, Madrid, 1997Prólogo de Ricardo Gullón

    Quién no ha escuchado alguna vez la expresión "la mujer en casa y con la pata quebrada"..., para desgracia de la mujer y satisfacción de un determinado paradigma de hombre, celoso y, por ende, inseguro. Pues bien: Galdós, en calidad de dios creador, cumple el deseo de uno de sus personajes, don Lope Garrido, de ver cumplida esa expresión (si bien demasiado literalmente para el gusto del sujeto en cuestión, hay que decir en su descargo).

    Tristana (1892) pertenece al grupo de novelas contemporáneas o de plenitud (1886 -1892) de este magnífico escritor canario, que se encuadran en un tema común: el conflicto entre lo material y lo espiritual, es decir, entre las condiciones sociales y la realización del individuo. Dentro de este grupo, sin duda uno de los personajes más amargos de Galdós es Tristana, cuyos rasgos psicológicos consagraron a Galdós como un exquisito observador de la naturaleza femenina.

    La historia es simple:
    Don Lope, un hombre de mediana edad, se hace cargo de la tutela de una muchacha, Tristana, de la que se enamora y a la cual seduce. La chica, a su vez, se enamora de Horacio Díaz quien, tras un breve idilio y la enfermedad en la que Tristana pierde una pierna, la olvida, quedando Tristana a merced de su tutor. Así, queda patente que el amor de don Lope es mucho más profundo y sólido que el amor superficial de Horacio -capaz de vivir alejado de Tristana durante la enfermedad y de perder el interés ante la minisvalía de ella-, si bien ambos buscan su propio solaz: son egoístas y toman a Tristana como una muñeca (hay numerosas alusiones a éste símil en la obra). Finalmente Tristana, tras las dos grandes decepciones amorosas, se vuelve insensible a las "dulzuras" del amor, vuelve los ojos y el corazón a la Iglesia y se limita a deslizarse por la vida, sin mayor pena ni gloria, mutilada, sin ilusiones y resignada a una vida oscura.



    Para Tristana esa falta de un miembro físico, la pierna, equivale espiritualmente a la mutilación de las alas que podrían llevarla a la ansiada libertad, a su independencia como mujer en un mundo masculino. Busca la Libertad, con mayúsculas, aunque "esa palabra no suene bien en boca de mujeres" (capítulo 5). Tristana habla mucho sobre ese tema con la "desparpajada" Saturna, quien por los sinsabores de la vida -es una viuda venida a menos que se vió obligada a llevar a su hijo al Hospicio y meterse a criada de don Lope, tutor de Tristana- ha llegado a la conclusión de que "solo tres carreras pueden seguir las mujeres":

    "¿Sabe la señorita cómo llaman a las que sacan los pies del plato? Pues las llaman, por buen nombre, "libres". De consiguiente, si ha de haber algo de reputación, es preciso que haya dos pocos de esclavitud. Si tuviéramos oficios y carreras las mujeres, como los tienen esos bergantes de hombres, anda con Dios. Pero, fíjese, solo tres carreras pueden seguir las que visten faldas: o casarse, que carrera es..., o el teatro... vamos, ser cómica, que es buen modo de vivir, o... no quiero nombrar lo otro. Figúreselo."
    (Capítulo 5)

    A este respecto el capítulo 5 es bastante revelador, pues se analizan las posibilidades de la mujer en el mundo laboral a mediados del XIX. Tristana sueña con dedicarse a la pintura, a la literatura, los idiomas e incluso la política: se siente capacitada intelectualemnte para enfrentarlo todo. "Quiero luz, siempre más luz!", "¡Viva la independencia!" y el "abajo el matrimonio" son frases e ideas habituales en ella. Ansía la independencia y estudia para alcanzarla pero a las trabas sociales se les suman la carencia de medios económicos y de ayuda. Esta cuestión irá desarrollándose a lo largo de la novela, hasta el desolador final.

    Por otra parte, asistir a la evolución de Tristana provoca una sensación agridulce: cómo pasa de la aceptación de su seductor a la decepción y la rebeldía de su situación en la vida. Cuando comienza a tomar conciencia de sí misma

    "a medida que se cambiaba en sangre y médula de mujer la estopa de la muñeca, iba cobrando aborrecimiento y repugnancia a la miserable vida que llevaba bajo el poder de don Lope Garrido".
    (Capítulo 4)
    Tan fuerte es su impulso de independencia que no quiere casarse ni con Horacio. Insiste en querer ser libre y dedicarse a un oficio. Prefiere la libertad -y la incertidumbre que ésta conlleva- de valerse por sí misma, de ganarse la vida, antes que arrojarse a los brazos de un hombre que la mantenga y que la convierta en su esclava. Lo está viviendo, lo vive siempre bajo la protección de don Lope... pero ¿cómo volar sin alas? ¿Cómo, cuando la imaginación ya no alcanza y cuando la realidad nos aplasta?


    En esta novela, como es habitual en la obra de Galdós, transita una multitud de personajes. Hasta el más insignificante de ellos goza de, al menos, una somera descripción, como es el caso de Hermógenes, de Felipe Díaz, -el "tiranoabuelo" de Horacio Díaz-, de doña Trinidad -la inoportuna tía de Horacio- o de Saturno, ese crío regordete hijo de Saturna que crece lozano en el Hospicio y para quien "cuarto adquirido era cuarto lanzado a circulación" pese a las reconvenciones de ahorro de su madre. También aparecen personajes de otras novelas, como el doctor Augusto Miquis, hermano de Alejandro Miquis, cuyas aventuras se relatan en El doctor Centeno (1883).

    Pero, sin duda, los dos personajes estelares son don Lope Garrido y Tristana. Josefina Solís le puso el nombre de Tristana a su hija en reminiscencia a la antigua sociedad de nobleza caballerosa, en contraste con "las realidades groseras y vulgares" de la vida cotidiana. Paradojas de la vida: Don Juan Lopez Garrido, más conocido como don Lope Garrido, es calificado decenas de veces como galán y menesteroso miembro de la caballería sedentaria. Y esto, claro, no deja de ser significativo, pues se cumple el deseo de la madre de Tristana: que su hija encuentre a un caballero o viva en ese ideal de caballerosidad de la que don Lope no anda escaso, si bien muy a su manera. En la vida real esa clase de hombres ya no nacen, son una "rara avis", y hasta Horacio admira esa actitud en su rival. Don Lope a la postre es una mezcla irreconciliable de caballero andante a lo castizo y de don Juan venido a menos. Es un detallazo su nombre: Don Juan Lopez Garrido. Don Juan, por conquistador; López, que evoluciona a Lope -ay, esa la chispa popular al decir de Galdós- y que remite a Lope de Vega y a sus eternos amores fugaces; y Garrido por galán, elegantón y guapo mozo.

    Pero Tristana solo vive la vejez de su seductor, sacrificando su juventud en aras de un hombre que le ofrece cuando puede y de un joven que no valora la esencia de mujer libre y absoluta que posee a raudales Tristana. Si hubiera nacido en el XX, otro gallo le cantara...


    Las imágenes pertenecen a la película Tristana, dirigida por Luis Buñuel en 1970, con Catherine Deneuve (Tristana) y Fernando Rey como don Lope.

  9. Leporella - Stefan Zweig

    lunes, 8 de marzo de 2010


    La historia de la Leporella de Stefan Zweig es la de una pasión servil, sumisa e inquebrantablemente fiel hacia un hombre. Pero no es una pasión con trazas románticas, ni mucho menos, ni siquiera eróticas, sino la de una obsesión insana y pulida de cualquier arista sentimental que no sea el servilismo de la gratitud mal enfocada.

    La protagonista, Crescencia Anna Aloisia Finkenhuber.
    39 años.
    Nacionalidad: suiza. (Nacida en unión ilegítima en una aldea del Zillertal, el Tirol).
    Sugerencia para sus señas particulares: "Parecida a un rucio montaraz, flaco y decaído".

    Su aspecto físico era de tipo caballar, no ya solo en los rasgos faciales sino también en su forma de moverse y caminar. "Todo en ella era duro, enjunto y pesado (...), le costaba pensar y era lenta en comprender", y además, terca como una mula. No obstante, no conviene olvidar que cualidades de los caballos son la nobleza y la lealtad a sus dueños; así como de los mulos la infatigable capacidad de trabajo.

    Leporella -démosle el sobrenombre que se ganó a pulso- apenas sabía escribir y era seca como un sarmiento, sin pecho, sin caderas, "sin formas tangibles de la feminidad". Si como aditamento se tiene en cuenta su penetrante olor a moho y su carácter más que huraño, no extrañará que fueran pocos los hombres que se le acercaron. Su voz remitía al sonido de una "carraca" y era parca en palabras. Jamás nadie al vio reir, si acaso el barón de F., su dueño, alguna vez vislumbró la sombra de una efímera sonrisa, porque Crescencia
    "también es ésto era perfectamente animal, ya que las características de las criaturas de Dios inconscientes, tal vez más cruel que la privación de la palabra, es el ser incapaces de esa bendita expresión del sentimiento que es la risa".

    Era avara, pero se le perdona, pues lo hacía por temor a verse con una mano delante y otra detrás en su vejez... Y para ella, verse obligada a vivir de la Comunidad era algo deplorable, tenía esa conciencia, que ya es algo. Y es que conocía las circunstancias, las había vivido en carne propia: estuvo hasta los 12 años en un orfanato. Salió de allí para trabajar como camarera, más tarde dejó ese trabajo para convertirse en "fregona de un mesón frecuentado por carreteros" (¡carreteros, siendo ella aún una niña, Señor!). Pero Leporella, dura como el pedernal, tras haber dejado patente "su tenacidad, su furia de toro en la faena" ante quien supo verla, solo consintió salir de allí por dinero, e ingresó en una pensión para turistas de "cierto tono" en calidad de cocinera, donde fue descubierta por una cazadora de "mujeres de la limpieza" que la llevó a Viena, a la casa del barón de F., el donjuan venido a menos que transformó a Crescencia en su Leporella particular.


    A veces las torres más altas parecen tan inexpugnables que nadie se atreve a conquistarlas, haciéndolas aún más retadoras. Sin embargo, en algún instante glorioso, un audaz las vence, y es entonces cuando todos se sorprenden ingenuamente de la facilidad de la empresa (es decir, la no imposibilidad de la misma).

    Pero hay torres que, vencidas, conservan secretos inauditos: Leporella escondía la gratitud absoluta como obsesión definitiva y mortal.

    Leporella está publicada en la editorial Juventud, 1981.
    ISBN: 9788426109460